Esto tiene que ser pecado porque no hay duda de que existe alevosía y nocturnidad. Lo de la nocturnidad no tiene nada que ver con que cocine por la noche sino porque mis sueños siempre son comestibles y, lo de pecado, pues eso, que está de vicio y a mí me enseñaron que los vicios y el pecado van íntimamente ligados, pero soy débil y no tengo remedio…
Me sentía tan culpable que he decidido purgar mis pecados por partes. El primer pecado fue la crema de limón; fresquita y ácida aunque ligeramente dulce al final… No es justo que esté tan buena y aún lo es menos que la gula sea un pecado capital. No fui capaz de esperar a que se horneasen las madeleines que tenía que «mojar» en esta crema de limón. Hice tan poquita la primera vez que cuando la probé me la comí toda: Mea Culpa.
Tuve que repetir la receta y esta vez con todas las consecuencias: pude probarla hasta hartarme y sobró para acompañar a mis madeleines, que son el segundo pecado que os traeré en mi próxima entrada. Aquí os la dejo. Sed prudentes si podéis, aunque lo dudo…
CREMA DE LIMÓN Ingredientes: 450 ml de nata 35% de materia grasa 1/4 de taza de azúcar Zumo y la piel rallada de 2 limones Preparación: 1. Mezclar la nata, el azúcar y la piel de limón. Calentar sin que hierva removiendo para disolver el azúcar. 2. Mantener a fuego lento durante 5 minutos. Remover de vez en cuando para que no se pegue al fondo. 3. Pasado este tiempo retirar del fuego y añadir el zumo de limón. Mezclar muy bien y verter en varios recipientes pequeños. Cubrir con papel film y enfriar. 4. Introducir en la nevera al menos tres horas hasta que esté completamente fría. 5. Para servir adornar con piel de limón rallada sobre la crema y un poco de metan fresca.
Advertidos quedan los que osen pecar: Es absolutamente adictiva.
En la próxima entrada purgaré mi segundo pecado: Madeleines…Irresistibles.
Un beso delicioso
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